martes, 4 de agosto de 2009

Pintores impresionistas

Claude Oscar Monet (1840 - 1926) es considerado unánimemente como el más claro representante de la pintura Impresionista. A pesar de sus difíciles inicios, de las dificultades económicas, y de la incomprensión del mundo artístico hacia sus primeros trabajos, Monet se mantuvo firme en su revolucionaria concepción del lenguaje artístico. Hasta la década de 1880 no empezó a tener reconocimiento de público ni de crítica, y durante los 20 últimos años de su vida fue considerado como el pintor vivo más célebre de Francia.
En 1859, con 18 años llega a París, y conoce a un destacado maestro de la Escuela de Barbizon, Constant Troyon, que le recomienda aprender en el taller de Couture (con quien también estudió Manet). Pero Claude prefería enseñanzas menos académicas que encontró en la Academia Suisse, que sólo facilitaba el acceso de los aprendices a modelos para copiar, y donde conoció a alguien que iba a ser gran amigo suyo desde entonces: Camille Pissarro.
En 1864 ocurre un hecho importante para el grupo de amigos: Manet presenta en el Salon su cuadro "La merienda campestre". Esto estimula a Monet a crear una gran tela de 4,20 m. de alto con el mismo tema, donde las figuras eran mucho mayores que a tamaño natural. Solamente se conservan dos tercios de esta gran tela divididos por el propio Monet en dos trozos.
Los años siguientes son de mucha actividad pictórica y muchos cambios para Monet: conoce a una joven, Camille Doncieux, que le sirve de modelo, y en 1867 tienen su primer hijo, casándose tres años más tarde. Son años de gran penuria económica para Monet y su familia, en los que el único consuelo para el pintor es su entusiasmo por su obra y su amistad con otros miembros del «grupo de Batignolles» con los que comparte tertulia semanalmente en el café Guerbois.
Monet, "Impresión, Sol Naciente", 1872
Es una imagen tomada directamente del natural por Monet en Le Havre, representando las neblinas del puerto al amanecer mientras que el sol "lucha" por despuntar, creando magníficos reflejos anaranjados en el mar y en el cielo. La sensación atmosférica domina una escena en donde las formas desaparecen casi por completo. Los colores han sido aplicados con pinceladas rápidas y empastadas, apreciándose la dirección del pincel a simple vista, resultando una imagen de enorme atractivo tanto por su significado como por su estética.

Pierre-Auguste Renoir (1841-1920) fue un impresionista que se distingue de Monet, Pissarro y Sisley por dedicar un mayor esfuerzo al estudio de la figura humana, y por no cultivar el paisaje de manera destacada y casi exclusiva. En esto coincide con Edgar Degas, también interesado primordialmente por las figuras humanas (femeninas, sobre todo, como Renoir) y también por las escenas de interior. Pierre-Auguste Renoir nació en la ciudad francesa de Limoges, conocida por sus cerámicas, en 1841. Muy pronto su familia se trasladó a París, y el joven Renoir a los 13 años ya decoraba hábilmente porcelanas, en un taller especializado. Seguía cursos nocturnos en la Escuela de Dibujo y Artes Decorativas, y su entusiasmo por el arte era tal que visitaba el Louvre cuando podía para copiar obras de los grandes maestros. En 1864 conoció a Diaz de la Peña, un viejo maestro de la «Escuela de Barbizon», con quien aprendió a observar la naturaleza y a amar el color.

Renoir, Baile en el Moulin de la Galette – (1876) El Moulin de la Galette era un lugar de ocio y recreo para estudiantes, obreros y artistas en la misma cima del enclave rural de Montmartre, por aquel entonces en los aledaños de París. En esta obra Renoir refleja lo que será una constante en su obra: la alegría de vivir expresada de manera sencilla, en este caso en un baile de la tarde del domingo. Lo esencial de esta obra maestra es el tratamiento de la luz y del color. Renoir consigue captar el efecto de la luz del sol traspasando las acacias sobre los personajes de la escena. Aquí el color local de los cuerpos y objetos es claramente modificado por la mezcla del amarillo del sol junto con el verde de las acacias, lo que teóricamente da las sombras o manchas de luz azules que Renoir reparte por toda la escena. Por lo tanto, el uso del color es verdaderamente notable, y se complementa a la perfección con la pincelada suelta. Las pinceladas, al no respetar con precisión los límites de las formas, y al permitir la fusión de unas zonas de color con otras, crean una sensación de reverberación en los personajes que les confiere una maravillosa luminosidad. La composición es muy compleja, por estar centrada en una gran cantidad de personajes a costa del cielo, y por la ausencia de un primer plano trazado claramente. Parece dominar una diagonal entre la esquina inferior izquierda y la superior derecha. En esta parte derecha domina un gran óvalo con las figuras más cercanas de dos mujeres y tres hombres en torno a una mesa. Hay otro óvalo en torno a los bailarines de la izquierda.
Hay una gran originalidad en la mezcla de perspectivas, algo en lo que Degás era un maestro. En las figuras más cercanas de la derecha, domina la perspectiva ligeramente elevada, mientras que Renoir acomete el resto de las figuras con una perspectiva frontal que acentúa el efecto de profundidad.
La figura del hombre que aparece de espaldas en la silla es un recurso magistral para «cerrar» la composición en la parte derecha. Los respaldos de los dos bancos cumplen una función análoga en la parte izquierda.


Edgar Degas (1834 - 1917) es un pintor particularmente difícil de etiquetar. Su estilo pictórico más que Impresionista, parece Realista. Pero fue uno de los principales promotores de las exposiciones del grupo impresionista: sólo dejó de exhibir sus obras en una de ellas.
Por otra parte, no pintaba al aire libre, bajo la luz natural, como sus compañeros impresionistas, sino que prefería la luz artificial del interior de cafés, locales de ensayo, teatros, etc. Sin embargo, mostraba un claro interés por captar momentos instantáneos de las escenas que le rodeaban. Y esto era característico de los impresionistas por influencia de la fotografía y de las estampas japonesas.

En La clase de danza (1873), Degas nos muestra un ensayo en la Ópera de París, frecuentada por el pintor. En el centro de la imagen destaca la figura del profesor de danza, Jules Perrot (conocido por haber formado una célebre pareja de ballet con María Taglioni). Parece dirigir sus comentarios a la joven que tiene la puerta al fondo. Analizando la actitud de las demás bailarinas de la obra nos damos cuenta de que no todas están atentas a la explicación del maestro. En el rincón del fondo, de pie sobre una plataforma, hay una joven que se ajusta una gargantilla. Otras, sentadas en la misma plataforma, parecen conversar entre sí, y otras más se retocan los pendientes o un lazo del pelo. El afán de Degas por captar la instantaneidad del momento se demuestra perfectamente en pequeños gestos espontáneos, como la joven que está sentada en el piano, rascándose la espalda.
La composición está marcada por una gran diagonal desde la parte inferior izquierda hasta la superior derecha. A la izquierda y arriba, hay gran número de figuras, en contraste con el vacío de la parte inferior derecha, donde las tablas del suelo acentúan la perspectiva y dirigen la mirada del espectador hacia el fondo de la sala. El hecho de que se haya superado un punto de vista frontal y centralizado, con un punto de fuga que incluso se sitúa fuera de la obra, y la asimetría compositiva antes mencionada denuncian la influencia de las estampas japonesas en esta obra. Por otra parte, la acusada perspectiva, con figuras de gran tamaño en primer plano combinadas con una rápida disminución del tamaño es un efecto óptico típicamente fotográfico, que no se da en la percepción humana.
Mencionaremos otro recurso muy utilizado por Degas para conseguir un efecto de «inmersión» del espectador en la escena del cuadro: el encuadre selectivo. Esto supone que hay un punto de vista en el que predomina un fragmento sobre el todo, de modo que se consigue el efecto de un espacio abierto hacia el espectador. Degas no nos muestra toda la sala, sino una parte de ella. El mencionado espacio vacío en la parte inferior derecha «abre» el espacio.
Para terminar, hay dos pequeños detalles que añaden naturalidad y espontaneidad a la obra: el perrito a los pies de la bailarina del primer plano, y la regadera de la esquina inferior izquierda, que servía para humedecer el suelo cuando había demasiado polvo.

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